“Aquí hay una habitación llena de hombres. Algunos maricas, algunos heteros, uno que otro que ha jugado entre los dos. Cada obra es una delicada extensión de su cuerpo. En conjunto, parece ser lo mismo de siempre, otra exposición falocéntrica, hombres que todo lo equiparan, todo pueden, todo narran, todo quieren. Sin embargo, esta exposición apuesta por el letargo de la tensión erótica entre materiales para estimular una sensibilidad poética que permita reconocer, cómo entre hombres, nos afectamos unos a otros a través de nuestra presencia. En otras palabras, cómo un hombre participa de lo masculino sin colapsarse por resultar frágil.
La erótica de su cuerpo artístico los hace vulnerables, posibilitando abrir —para aquel valiente que se atreva— conversaciones sobre deseo, placer y sexualidad, una triada íntimamente ligada a nuestra complicidad con la violencia del éste sistema patriarcal.
Si ponemos atención, el curador de esta exposición suscita otro tipo de encuentro entre hombres a través de la caricia: comprimiendo la porosidad del cemento, el cuerpo de Yeni se apoya sobre el suelo, suelo que se extiende y se vuelve muro cosquilleado por las coquetas sombras de Iván. Gabriel con sus vaporosos movimientos, es un filtro de seda que empaña el latex del cuerpo de Lucas quien se siente seducido por los gestos que hace Javier con sus pétalos, un intento de traducción de la tenue danza de Beto brotando a través del lodo. Isaac recita con su voz abrazando al grupo y comparte tiernas fantasías. Confluencias eróticas no necesariamente sexuales. Un ensayo: otra proxémica de la masculinidad.”
- Diego del Valle Ríos